22 de noviembre de 2009

Si Muero Antes Que Tú…Capítulo IV

Capítulo 4: Confesándome…



Quédate conmigo

cuando entre a la escuela el primer día,

cuando ame por primera vez…,

cuando ame y no me amen…,

cuando me olvide de llamarte,

cuando me muerda el dolor y pronuncie tu nombre sin palabras…,

cuando llegue cada uno de mis hijos…,

cuando crezcan y se marchen…,

cuando sea Navidad,

cuando me rodee mucha gente y esté sola…,

cuando las ausencias vayan pesando más que las presencias…,

Y cuando debas irte, mamá,

burlemos al destino, quédate conmigo

para siempre, escondida en los

pliegues de mi alma.

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Sabía que pronto me arrepentiría de todo lo ocurrido esta noche. No sabía por qué pero tenía un presentimiento de que esta noche iba a ser crucial en mi vida.


Edward estaba sentado en el asiento del conductor, esperando que yo tratara inútilmente de desabrocharme el cinturón. Obviamente no logré mi objetivo, por lo tanto, tuve que aceptar su ayuda. Él sólo me miró y sonriendo tomó mis manos, las puso a los costados de mis caderas y se dispuso a arreglar el tremendo nudo que había armado al tratar de quitarme ese cinturón que me mantenía inmovilizada en el coche. El sólo sentir sus manos rozando las mías, hacía que me estremeciera de una manera indescriptible. Su piel era suave y tersa, blanca y de una calidez notable. Rara, pero increíble. Me distraje pensando como sabría su boca, cuando él se percató de que estaba ida en mis pensamientos.


-Bella?...Te ocurre algo?...no paras de sonrojarte…


-No, no…-¿cómo podía hacer que me sonrojara todo el tiempo? -¿Ya está?, bajemos - No podía coordinar las palabras, me sentía muerta de vergüenza por como mi cerebro vagaba por su cuerpo e imaginaba las mil y una formas posibles de besarlo.


Él se acercó a mi puerta para ayudarme a bajar. Había estacionado el auto a unos metros de la playa. Había elegido mi lugar preferido para caminar, sin saberlo. Se debe haber notado en mi cara porque fue lo primero que me dijo:

-¿Te gusta el lugar que elegí? . Si no, podemos irnos a otro lado…


-Me encanta… Cuando era niña y venía a visitar a mi padre, solía pasar horas aquí…Me gustaba mucho correr las olas y dejar que mi pelo suelto jugara con el viento- Al recordar aquellos días, sentí nuevamente mi angustia. No me dejaba tranquila por más de una hora. Antes me sentía tan feliz y acompañada, y en menos de 6 meses, mi vida había dado un giro completo.


Edward se percató de mi angustia, por lo tanto, intenté disimular, y comencé a correr las olas como solía hacer cuando era niña, por lo que tuve que quitarme los zapatos y arremangarme el jean. El agua estaba fría, pero la felicidad que me traía el mar, lo valía.


-Bella, quiero que sepas que todavía pareces aquella niña al lado del mar…y te sienta muy bien esa fresca inocencia…Es difícil mantener la felicidad propia de un niño, cuando uno ya dejó de serlo hace tanto…Te envidio, en ese sentido- Parecía que no era solamente yo la que se sentía sola en el mundo, en ese instante creí que había encontrado un alma gemela, por lo menos en este punto.


-Es que trato de disfrutar de las cosas espontáneas…No sabemos cuando puede terminar nuestra vida, y siempre andamos desaprovechando el tiempo en cosas sin sentido- mientras hablaba, él me miraba de una forma especial, pero esta vez no sonreía, si no que en sus ojos había una pizca de tristeza. Al verlo así, sentí una conexión física que no podría describir en este momento. Fue apenas unos segundos, pero de los más raros en toda mi vida.


No me percaté de que el mar estaba bastante picado, y mientras nos mirábamos, se acercó una ola tan fuerte que mojó mis jeans completamenteeba bastante picado, y mientras nos mirábamos, se acercó una ola tan fuerte que mojó mis jcomomm. Yo lo miré sorprendida, mientras él se sonreía dejando de lado ya la mirada triste. Se acercó y me ayudó a correrme, ya que yo no me movía por mí misma. Me dijo que me quedara tranquila, mientras él iba a buscar algo de abrigo en el auto, porque yo no paraba de tiritar. Al final, tenía razón él cuando decía que era una chiquilla que jugaba con el mar…Terminé toda mojada y llena de arena como una niñita caprichosa.


Él volvía con su abrigo cuando me detuve a mirarlo. Mejor dicho, a admirarlo. Era alto, y tenía un aire de realeza. Tenía el porte de un Caballero Inglés, y así lo era. Sus mechones de pelo color cobre y sus ojos verdes resaltaban a la luz de la Luna. Su ropa se movía al compás del viento, y su pelo se desaliñaba cada vez más. Este hombre era un sueño, y despertaba emociones en cada mujer que lo miraba. O admiraba.


Cuando llegó donde yo estaba esperándolo (ya afuera del agua), me acerqué a él para tomar su abrigo, porque ya estaba llegándome el frío a los huesos. Él salvó la distancia que había entre nosotros, mientras que yo bajaba la vista.


-Bella, si no te molesta, me gustaría asegurarme de que no te dará hipotermia, ¿me permites?- mientras se acercaba cada vez más y atinaba a pasar un brazo sobre mis hombros, me miró dulcemente a los ojos.


-Eh…sí, claro, igual quédate tranquilo, yo estoy bien- Mala mentirosa, y para demostrarlo, él me sujetó mis dedos que ya se estaban poniendo azules.


-¿Te han dicho alguna vez que eres muy mala mintiendo?-concluyó la pregunta con una carcajada que inundó el lugar. Yo sólo me limité a sonreír porque verdaderamente no la estaba pasando tan bien, sentía mis pies hormiguear, y no los podía mover libremente. Él me llevó hasta unas piedras alejadas de la orilla, me sentó allí y me cubrió con el abrigo las piernas.


-Bella, necesito que entres en calor…Asique tendrías que quitarte los jeans mojados, ¿crees que podrás?- Sacarme los jeans delante de él????...pero ni loca!...


-Mmm, no creo que pueda, Edward. No estaría bien- yo hablaba con dificultad porque el tiritar me estaba complicando la existencia. Él me miró y me dijo: -Por favor, sabes que es por tu bien, ¿piensas que soy un ser tan bajo que me aprovecharía de esta situación?, no te niego que desearía que fueran otras las circunstancias…-Concluyó sonriendo descaradamente.


-No Bella, en serio, no creas que estoy disfrutando este momento. Quiero verte contenta como recién, y que sigamos pasándola bien, ¿no es lo que tú quieres?- yo no contestaba, y tampoco lo miraba. Con un dejo de sonrojo en mis mejillas, me desabroché el jean por debajo del abrigo y me lo fui bajando, mientras él se agachaba ante mí para sostener la campera y “hacer” que miraba para otro lado. No necesitaba observarlo para darme cuenta que él tampoco estaba tan cómodo. Carraspeó un par de veces, mientras yo trataba de culminar mi trabajo. Al finalizar, me envolví en su abrigo, y comencé a frotarme las piernas, para tratar de entrar en calor. Pero no tenía la fuerza necesaria.


Como en típico sueño de adolescente, él quitó mis manos de mis piernas, y prosiguió él con el arduo trabajo, sin dejar de mirarme a los ojos. Yo le devolví la mirada desvergonzadamente debido al hermoso bienestar que empezaba a sentir al apreciar su contacto. Él mantenía sus ojos fijos en mí, y parecía que disfrutaba.


Cuando yo ya creía que no iba a resistir, él se puso de pie con cara seria y se alejó de mí unos metros, y se dispuso a mirar el mar, mientras que me decía: -Ehh, Bella ahí te traigo un pantalón o algo que te puedas poner…Espérame- y se fue, aún confundido. Yo sólo quería que me tragara la tierra…


Volvió con lo que parecía un pantalón buzo azul de hombre. Edward se percató de mi cara y me dijo: -Bueno, es lo único que puedo ofrecerte aunque gracias a Dios, sé que no es tu talle- sonrió al final de la frase, y yo también lo hice agradeciendo su halago. Él me lo alcanzó, se dio la vuelta y se dispuso a mirar el mar. Yo lo tomé y me lo puse, aunque con un poco de torpeza. Cuando terminé me acerqué a él y me puse a la par a contemplar el mar.


Sin mirarme comenzó a hablar: -De chico, a mi también me gustaba mirar el mar. Solía pensar que si las criaturas más pequeñas podían continuar su camino a pesar del ir y venir brusco de las olas, yo también podría continuar el mío a pesar de los obstáculos que se me cruzaran. Pero a veces, hay obstáculos que son demasiado pesados como para luchar contra ellos. Aunque la naturaleza es sabia, y siempre sabe lo que hace, ¿no?- Me miró, y yo sólo pude contestarle con un movimiento leve de cabeza. En realidad, no entendía muy bien lo que me quería decir, pero pensé que él sólo esperaba que alguien lo escuchara.


-Yo siempre creí que el tamaño de los obstáculos era subjetivo. Que cada uno le asigna el peso que quiere a los problemas. Pero él me interrumpió, negando con su cabeza: -No, Bells, ojalá fuera así, pero a veces los problemas nos superan y sólo podemos disfrutar de las pequeñas cosas hasta que el problema termina con nosotros. Por eso me encantó verte como jugabas tranquila en el agua, como una niña, una niña que no conoce de problemas. Como cualquier niño, que siempre es feliz- yo contemplaba el mar, pero de reojo lo miraba. Este hombre había sufrido mucho, o peor aún, todavía seguía haciéndolo en secreto. Pensé por un segundo que Jasper podría saber la verdad y quizás pudiera ayudarlo, pero luego me di cuenta de que nadie compartía su dolor. Nadie.


Y mira a quién le venía a hablar de dolor. Hacía 6 meses, mi vida se había convertido en un intento de vida. Hacía 6 meses, mi alma vagaba por los aires, sin tener plena consciencia de mis actos. Hacía tan sólo 6 meses, podía contar con el tierno abrazo de una madre. Podía confiar en ella, hacerle saber mis problemas e incertidumbres, podía sentirme segura en sus brazos, porque su confianza en mí había sido el mejor curso de superación personal.


Y ahora, nada. El final. El vacío. El dolor.


Comencé a sentir el ardor en los ojos, y el nudo en la garganta que tanto me perseguían últimamente. Me dejé caer en la arena completamente, y comencé a mirar las estrellas. Edward me imitó y quedamos los dos juntos mirando el cielo, inmóviles. A mi se me escaparon un par de caprichosas lágrimas, que no pude contener. Edward, sólo estaba ahí.


Cuando logré controlar las lágrimas que impacientes amenazaban con salir, comencé a hablar: -Tienes razón en todo lo que dices de los obstáculos. Mi madre me dejó hace unos meses. Aún no puedo soportarlo, por eso hacía mucho que no salía de mi casa. Y por eso me mudé a Forks. Es un “obstáculo” al que le quise disminuir su peso con todas mis fuerzas, pero aún no lo he logrado, y dudo que alguna vez pueda hacerlo- Edward tranquilamente giró su cuerpo y se apoyó en un brazo para mirarme mejor. Yo seguía luchando contra aquellas lágrimas.


-A veces, creo que puedo superarlo, y trato de hacer cosas para distraerme. Una de ellas es comportarme como una niña. Así, creo la ilusión de que mi madre vendrá a secarme los pies y cambiarme de ropa, como hoy lo has hecho tú…


Edward no hacía nada, sólo posó su mano sobre la mía que temblaba sobre la arena. Comenzó a describir unos círculos tranquilizadores en la palma de mi mano. Yo ya no pude mantener el control. Sólo me dejé llevar, y comencé a llorar con una pasión que daba lástima. Me llevé las manos al rostro con un dejo de vergüenza, ya que nunca me dejé ver llorar. Creía que era rebajarme frente a los demás, que no siempre querían mi bien. Comenzaba a ahogarme con mi propio llanto, cuando Edward me levantó de la arena, y me acunó. Sí, me acunó como solía hacerlo mi madre, lo que aún me puso peor.


Él acariciaba mi pelo enmarañado por el viento, la arena y la sal. Yo cada vez tenía menos lágrimas y menos fuerzas…pero aún seguía sollozando. Entonces, él comenzó a cantarme. Tarareaba una canción que no conocía, pero era muy hermosa su melodía…y cuando comenzó la letra, creía que me moría…

Comenzaba así:


Llora Cuanto Quieras Pero No Te Enojes Con Dios Por Haberme Llevado.


Si No Quieres Llorar No Llores, Si No Logras Llorar No Te Preocupes


Si Quieres Reír, Ríe.

Y seguía algo así:


Y Si Quieres Escribir Algo De Mí, Ojalá dijeras Sólo Una Frase


“Fue Mi Todo, Creyó En Mí Y Me Adoró”.


Ahí Entonces Derrama Una Lágrima,


Yo No Estaré Presente Para Enjugarla Pero No Hace Falta


Pues Tal Vez Alguien Lo Hará En Mi Lugar.


Y terminaba:


Crees En Estas Cosas,


Entonces Reza Para Que Los Dos Vivamos Como Quien Sabe Que Va A Morir Un Día,

Y Que Podamos Morir Como Quien Supo Vivir Bien


Si Muero Antes Que Tú Creo Que Nada Voy A Extrañar


Por Que Sabes Algo?


Tenerte A Ti Ya es Como Tener Un Pedacito De Cielo.


Yo comencé a llorar nuevamente. Pero esta vez más fuerte. Estaba expulsando todo lo que tenía dentro, todo lo que nunca me había podido sacar de encima…Estaba llorando por que se fue, porque se la llevaron, porque sí o sí tengo que crecer sin su apoyo…porque no podré mostrarle como juegan mis hijos, o cuantos van a ser…Lloraba porque me estaba dando cuenta que la había perdido para siempre…

-Bella, ella no va a volver, pero está en tu corazón. Los que nos quedamos acá, lloramos por egoísmo, porque no entendemos por qué nos pasa esto a nosotros. Pero el tiempo cura todas las heridas…Ya lo verás…


-Yo no creo que el tiempo cure todas las heridas…pero supongamos que te crea…Cómo haré para vivir hasta que ese tiempo “sanador” pase?? Dime cómo porque yo no le encuentro respuesta a esa pregunta que me atormenta desde hace meses…- Yo me había levantado de arriba de él al sólo escuchar aquella frase que tanto me habían dicho y que ya tanto odiaba: El Tiempo Cura Todas las Heridas…Nunca creí en eso…y tampoco lo iba a creer…


-Edward, lamento que hayas tenido que pasar por esto-mientras me enjugaba las lágrimas y me disponía a levantarme- No es justo que el primer día que pasas aquí te hayas ido a caminar obligado, con una loca que sólo provocó que te deprimieras y que sólo te haya atormentado con sus malditos problemas- De vez en cuando la voz se me iba…Cuándo terminaría este martirio??...


Edward también se levantó, se puso detrás de mí, cuando yo me di vuelta para ir por mi ropa, que todavía estaría húmeda. Se acercó lo más que pudo a mi cuerpo, me agarró de los hombros, se acercó a mi oído y me dijo casi en susurros: - Sólo quiero decirte, que nunca me sentí con tantas ganas de compartir algo como contigo esta noche, y también quiero decirte que el tiempo que a veces malgastamos tanto, o deseamos que pase rápido…si supiéramos que luego no lo vamos a tener para despreciarlo, quizás lo cuidaríamos un poco más…Creo que tienes que disfrutar un poco más…Pareces una persona maravillosa, aunque sí un poco loca, un poco niña, y un poco más mujer -sentí que sonrió al decir un poco “loca” -pero que está muy adolorida y que necesita cuidado…y definitivamente, Ser Feliz…- Carraspeó un poco, y se acercó más -Ojalá encuentres al hombre que te haga Feliz todos los días…


Yo no podía pensar más…Me giré sólo para mirar sus ojos mientras me decía todas esas cosas. Él tenía los ojos llorosos, y nuevamente creí que escondía algo. Sin pensarlo, y dejándome llevar, puse mis manos a ambos lados de su rostro, acerqué su frente a la mía. Él no ofreció resistencia en ningún momento. Cuando tenía su frente pegada a la mía, le dije: -Gracias Edward, hoy has sabido apoyarme cuando caí, cuidarme cuando tuve un problema a pesar de haber sido un tanto vergonzoso, escucharme cuando necesitaba consuelo…Hoy cumpliste el rol de un Amigo excelentemente bien, a pesar de no conocerme. Y por todo eso, te agradezco, y nunca lo olvidaré.


Él me miró fijamente, se acercó un poco más a mi boca. Yo comencé a ruborizarme y ya creía que se venía, cuando cambió de rumbo y… me besó la frente. Que tonta fui!...cómo pretendía que me besara cuando yo estaba en ese estado…a quién podía provocar cariño siquiera…Me tomó de la mano, con la otra juntó mi ropa. Le dimos un último vistazo al mar y emprendimos el regreso…


El regreso a la realidad…Oscura y amarga realidad…





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