22 de noviembre de 2009

Si Muero Antes Que Tú…Capítulo IV

Capítulo 4: Confesándome…



Quédate conmigo

cuando entre a la escuela el primer día,

cuando ame por primera vez…,

cuando ame y no me amen…,

cuando me olvide de llamarte,

cuando me muerda el dolor y pronuncie tu nombre sin palabras…,

cuando llegue cada uno de mis hijos…,

cuando crezcan y se marchen…,

cuando sea Navidad,

cuando me rodee mucha gente y esté sola…,

cuando las ausencias vayan pesando más que las presencias…,

Y cuando debas irte, mamá,

burlemos al destino, quédate conmigo

para siempre, escondida en los

pliegues de mi alma.

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Sabía que pronto me arrepentiría de todo lo ocurrido esta noche. No sabía por qué pero tenía un presentimiento de que esta noche iba a ser crucial en mi vida.


Edward estaba sentado en el asiento del conductor, esperando que yo tratara inútilmente de desabrocharme el cinturón. Obviamente no logré mi objetivo, por lo tanto, tuve que aceptar su ayuda. Él sólo me miró y sonriendo tomó mis manos, las puso a los costados de mis caderas y se dispuso a arreglar el tremendo nudo que había armado al tratar de quitarme ese cinturón que me mantenía inmovilizada en el coche. El sólo sentir sus manos rozando las mías, hacía que me estremeciera de una manera indescriptible. Su piel era suave y tersa, blanca y de una calidez notable. Rara, pero increíble. Me distraje pensando como sabría su boca, cuando él se percató de que estaba ida en mis pensamientos.


-Bella?...Te ocurre algo?...no paras de sonrojarte…


-No, no…-¿cómo podía hacer que me sonrojara todo el tiempo? -¿Ya está?, bajemos - No podía coordinar las palabras, me sentía muerta de vergüenza por como mi cerebro vagaba por su cuerpo e imaginaba las mil y una formas posibles de besarlo.


Él se acercó a mi puerta para ayudarme a bajar. Había estacionado el auto a unos metros de la playa. Había elegido mi lugar preferido para caminar, sin saberlo. Se debe haber notado en mi cara porque fue lo primero que me dijo:

-¿Te gusta el lugar que elegí? . Si no, podemos irnos a otro lado…


-Me encanta… Cuando era niña y venía a visitar a mi padre, solía pasar horas aquí…Me gustaba mucho correr las olas y dejar que mi pelo suelto jugara con el viento- Al recordar aquellos días, sentí nuevamente mi angustia. No me dejaba tranquila por más de una hora. Antes me sentía tan feliz y acompañada, y en menos de 6 meses, mi vida había dado un giro completo.


Edward se percató de mi angustia, por lo tanto, intenté disimular, y comencé a correr las olas como solía hacer cuando era niña, por lo que tuve que quitarme los zapatos y arremangarme el jean. El agua estaba fría, pero la felicidad que me traía el mar, lo valía.


-Bella, quiero que sepas que todavía pareces aquella niña al lado del mar…y te sienta muy bien esa fresca inocencia…Es difícil mantener la felicidad propia de un niño, cuando uno ya dejó de serlo hace tanto…Te envidio, en ese sentido- Parecía que no era solamente yo la que se sentía sola en el mundo, en ese instante creí que había encontrado un alma gemela, por lo menos en este punto.


-Es que trato de disfrutar de las cosas espontáneas…No sabemos cuando puede terminar nuestra vida, y siempre andamos desaprovechando el tiempo en cosas sin sentido- mientras hablaba, él me miraba de una forma especial, pero esta vez no sonreía, si no que en sus ojos había una pizca de tristeza. Al verlo así, sentí una conexión física que no podría describir en este momento. Fue apenas unos segundos, pero de los más raros en toda mi vida.


No me percaté de que el mar estaba bastante picado, y mientras nos mirábamos, se acercó una ola tan fuerte que mojó mis jeans completamenteeba bastante picado, y mientras nos mirábamos, se acercó una ola tan fuerte que mojó mis jcomomm. Yo lo miré sorprendida, mientras él se sonreía dejando de lado ya la mirada triste. Se acercó y me ayudó a correrme, ya que yo no me movía por mí misma. Me dijo que me quedara tranquila, mientras él iba a buscar algo de abrigo en el auto, porque yo no paraba de tiritar. Al final, tenía razón él cuando decía que era una chiquilla que jugaba con el mar…Terminé toda mojada y llena de arena como una niñita caprichosa.


Él volvía con su abrigo cuando me detuve a mirarlo. Mejor dicho, a admirarlo. Era alto, y tenía un aire de realeza. Tenía el porte de un Caballero Inglés, y así lo era. Sus mechones de pelo color cobre y sus ojos verdes resaltaban a la luz de la Luna. Su ropa se movía al compás del viento, y su pelo se desaliñaba cada vez más. Este hombre era un sueño, y despertaba emociones en cada mujer que lo miraba. O admiraba.


Cuando llegó donde yo estaba esperándolo (ya afuera del agua), me acerqué a él para tomar su abrigo, porque ya estaba llegándome el frío a los huesos. Él salvó la distancia que había entre nosotros, mientras que yo bajaba la vista.


-Bella, si no te molesta, me gustaría asegurarme de que no te dará hipotermia, ¿me permites?- mientras se acercaba cada vez más y atinaba a pasar un brazo sobre mis hombros, me miró dulcemente a los ojos.


-Eh…sí, claro, igual quédate tranquilo, yo estoy bien- Mala mentirosa, y para demostrarlo, él me sujetó mis dedos que ya se estaban poniendo azules.


-¿Te han dicho alguna vez que eres muy mala mintiendo?-concluyó la pregunta con una carcajada que inundó el lugar. Yo sólo me limité a sonreír porque verdaderamente no la estaba pasando tan bien, sentía mis pies hormiguear, y no los podía mover libremente. Él me llevó hasta unas piedras alejadas de la orilla, me sentó allí y me cubrió con el abrigo las piernas.


-Bella, necesito que entres en calor…Asique tendrías que quitarte los jeans mojados, ¿crees que podrás?- Sacarme los jeans delante de él????...pero ni loca!...


-Mmm, no creo que pueda, Edward. No estaría bien- yo hablaba con dificultad porque el tiritar me estaba complicando la existencia. Él me miró y me dijo: -Por favor, sabes que es por tu bien, ¿piensas que soy un ser tan bajo que me aprovecharía de esta situación?, no te niego que desearía que fueran otras las circunstancias…-Concluyó sonriendo descaradamente.


-No Bella, en serio, no creas que estoy disfrutando este momento. Quiero verte contenta como recién, y que sigamos pasándola bien, ¿no es lo que tú quieres?- yo no contestaba, y tampoco lo miraba. Con un dejo de sonrojo en mis mejillas, me desabroché el jean por debajo del abrigo y me lo fui bajando, mientras él se agachaba ante mí para sostener la campera y “hacer” que miraba para otro lado. No necesitaba observarlo para darme cuenta que él tampoco estaba tan cómodo. Carraspeó un par de veces, mientras yo trataba de culminar mi trabajo. Al finalizar, me envolví en su abrigo, y comencé a frotarme las piernas, para tratar de entrar en calor. Pero no tenía la fuerza necesaria.


Como en típico sueño de adolescente, él quitó mis manos de mis piernas, y prosiguió él con el arduo trabajo, sin dejar de mirarme a los ojos. Yo le devolví la mirada desvergonzadamente debido al hermoso bienestar que empezaba a sentir al apreciar su contacto. Él mantenía sus ojos fijos en mí, y parecía que disfrutaba.


Cuando yo ya creía que no iba a resistir, él se puso de pie con cara seria y se alejó de mí unos metros, y se dispuso a mirar el mar, mientras que me decía: -Ehh, Bella ahí te traigo un pantalón o algo que te puedas poner…Espérame- y se fue, aún confundido. Yo sólo quería que me tragara la tierra…


Volvió con lo que parecía un pantalón buzo azul de hombre. Edward se percató de mi cara y me dijo: -Bueno, es lo único que puedo ofrecerte aunque gracias a Dios, sé que no es tu talle- sonrió al final de la frase, y yo también lo hice agradeciendo su halago. Él me lo alcanzó, se dio la vuelta y se dispuso a mirar el mar. Yo lo tomé y me lo puse, aunque con un poco de torpeza. Cuando terminé me acerqué a él y me puse a la par a contemplar el mar.


Sin mirarme comenzó a hablar: -De chico, a mi también me gustaba mirar el mar. Solía pensar que si las criaturas más pequeñas podían continuar su camino a pesar del ir y venir brusco de las olas, yo también podría continuar el mío a pesar de los obstáculos que se me cruzaran. Pero a veces, hay obstáculos que son demasiado pesados como para luchar contra ellos. Aunque la naturaleza es sabia, y siempre sabe lo que hace, ¿no?- Me miró, y yo sólo pude contestarle con un movimiento leve de cabeza. En realidad, no entendía muy bien lo que me quería decir, pero pensé que él sólo esperaba que alguien lo escuchara.


-Yo siempre creí que el tamaño de los obstáculos era subjetivo. Que cada uno le asigna el peso que quiere a los problemas. Pero él me interrumpió, negando con su cabeza: -No, Bells, ojalá fuera así, pero a veces los problemas nos superan y sólo podemos disfrutar de las pequeñas cosas hasta que el problema termina con nosotros. Por eso me encantó verte como jugabas tranquila en el agua, como una niña, una niña que no conoce de problemas. Como cualquier niño, que siempre es feliz- yo contemplaba el mar, pero de reojo lo miraba. Este hombre había sufrido mucho, o peor aún, todavía seguía haciéndolo en secreto. Pensé por un segundo que Jasper podría saber la verdad y quizás pudiera ayudarlo, pero luego me di cuenta de que nadie compartía su dolor. Nadie.


Y mira a quién le venía a hablar de dolor. Hacía 6 meses, mi vida se había convertido en un intento de vida. Hacía 6 meses, mi alma vagaba por los aires, sin tener plena consciencia de mis actos. Hacía tan sólo 6 meses, podía contar con el tierno abrazo de una madre. Podía confiar en ella, hacerle saber mis problemas e incertidumbres, podía sentirme segura en sus brazos, porque su confianza en mí había sido el mejor curso de superación personal.


Y ahora, nada. El final. El vacío. El dolor.


Comencé a sentir el ardor en los ojos, y el nudo en la garganta que tanto me perseguían últimamente. Me dejé caer en la arena completamente, y comencé a mirar las estrellas. Edward me imitó y quedamos los dos juntos mirando el cielo, inmóviles. A mi se me escaparon un par de caprichosas lágrimas, que no pude contener. Edward, sólo estaba ahí.


Cuando logré controlar las lágrimas que impacientes amenazaban con salir, comencé a hablar: -Tienes razón en todo lo que dices de los obstáculos. Mi madre me dejó hace unos meses. Aún no puedo soportarlo, por eso hacía mucho que no salía de mi casa. Y por eso me mudé a Forks. Es un “obstáculo” al que le quise disminuir su peso con todas mis fuerzas, pero aún no lo he logrado, y dudo que alguna vez pueda hacerlo- Edward tranquilamente giró su cuerpo y se apoyó en un brazo para mirarme mejor. Yo seguía luchando contra aquellas lágrimas.


-A veces, creo que puedo superarlo, y trato de hacer cosas para distraerme. Una de ellas es comportarme como una niña. Así, creo la ilusión de que mi madre vendrá a secarme los pies y cambiarme de ropa, como hoy lo has hecho tú…


Edward no hacía nada, sólo posó su mano sobre la mía que temblaba sobre la arena. Comenzó a describir unos círculos tranquilizadores en la palma de mi mano. Yo ya no pude mantener el control. Sólo me dejé llevar, y comencé a llorar con una pasión que daba lástima. Me llevé las manos al rostro con un dejo de vergüenza, ya que nunca me dejé ver llorar. Creía que era rebajarme frente a los demás, que no siempre querían mi bien. Comenzaba a ahogarme con mi propio llanto, cuando Edward me levantó de la arena, y me acunó. Sí, me acunó como solía hacerlo mi madre, lo que aún me puso peor.


Él acariciaba mi pelo enmarañado por el viento, la arena y la sal. Yo cada vez tenía menos lágrimas y menos fuerzas…pero aún seguía sollozando. Entonces, él comenzó a cantarme. Tarareaba una canción que no conocía, pero era muy hermosa su melodía…y cuando comenzó la letra, creía que me moría…

Comenzaba así:


Llora Cuanto Quieras Pero No Te Enojes Con Dios Por Haberme Llevado.


Si No Quieres Llorar No Llores, Si No Logras Llorar No Te Preocupes


Si Quieres Reír, Ríe.

Y seguía algo así:


Y Si Quieres Escribir Algo De Mí, Ojalá dijeras Sólo Una Frase


“Fue Mi Todo, Creyó En Mí Y Me Adoró”.


Ahí Entonces Derrama Una Lágrima,


Yo No Estaré Presente Para Enjugarla Pero No Hace Falta


Pues Tal Vez Alguien Lo Hará En Mi Lugar.


Y terminaba:


Crees En Estas Cosas,


Entonces Reza Para Que Los Dos Vivamos Como Quien Sabe Que Va A Morir Un Día,

Y Que Podamos Morir Como Quien Supo Vivir Bien


Si Muero Antes Que Tú Creo Que Nada Voy A Extrañar


Por Que Sabes Algo?


Tenerte A Ti Ya es Como Tener Un Pedacito De Cielo.


Yo comencé a llorar nuevamente. Pero esta vez más fuerte. Estaba expulsando todo lo que tenía dentro, todo lo que nunca me había podido sacar de encima…Estaba llorando por que se fue, porque se la llevaron, porque sí o sí tengo que crecer sin su apoyo…porque no podré mostrarle como juegan mis hijos, o cuantos van a ser…Lloraba porque me estaba dando cuenta que la había perdido para siempre…

-Bella, ella no va a volver, pero está en tu corazón. Los que nos quedamos acá, lloramos por egoísmo, porque no entendemos por qué nos pasa esto a nosotros. Pero el tiempo cura todas las heridas…Ya lo verás…


-Yo no creo que el tiempo cure todas las heridas…pero supongamos que te crea…Cómo haré para vivir hasta que ese tiempo “sanador” pase?? Dime cómo porque yo no le encuentro respuesta a esa pregunta que me atormenta desde hace meses…- Yo me había levantado de arriba de él al sólo escuchar aquella frase que tanto me habían dicho y que ya tanto odiaba: El Tiempo Cura Todas las Heridas…Nunca creí en eso…y tampoco lo iba a creer…


-Edward, lamento que hayas tenido que pasar por esto-mientras me enjugaba las lágrimas y me disponía a levantarme- No es justo que el primer día que pasas aquí te hayas ido a caminar obligado, con una loca que sólo provocó que te deprimieras y que sólo te haya atormentado con sus malditos problemas- De vez en cuando la voz se me iba…Cuándo terminaría este martirio??...


Edward también se levantó, se puso detrás de mí, cuando yo me di vuelta para ir por mi ropa, que todavía estaría húmeda. Se acercó lo más que pudo a mi cuerpo, me agarró de los hombros, se acercó a mi oído y me dijo casi en susurros: - Sólo quiero decirte, que nunca me sentí con tantas ganas de compartir algo como contigo esta noche, y también quiero decirte que el tiempo que a veces malgastamos tanto, o deseamos que pase rápido…si supiéramos que luego no lo vamos a tener para despreciarlo, quizás lo cuidaríamos un poco más…Creo que tienes que disfrutar un poco más…Pareces una persona maravillosa, aunque sí un poco loca, un poco niña, y un poco más mujer -sentí que sonrió al decir un poco “loca” -pero que está muy adolorida y que necesita cuidado…y definitivamente, Ser Feliz…- Carraspeó un poco, y se acercó más -Ojalá encuentres al hombre que te haga Feliz todos los días…


Yo no podía pensar más…Me giré sólo para mirar sus ojos mientras me decía todas esas cosas. Él tenía los ojos llorosos, y nuevamente creí que escondía algo. Sin pensarlo, y dejándome llevar, puse mis manos a ambos lados de su rostro, acerqué su frente a la mía. Él no ofreció resistencia en ningún momento. Cuando tenía su frente pegada a la mía, le dije: -Gracias Edward, hoy has sabido apoyarme cuando caí, cuidarme cuando tuve un problema a pesar de haber sido un tanto vergonzoso, escucharme cuando necesitaba consuelo…Hoy cumpliste el rol de un Amigo excelentemente bien, a pesar de no conocerme. Y por todo eso, te agradezco, y nunca lo olvidaré.


Él me miró fijamente, se acercó un poco más a mi boca. Yo comencé a ruborizarme y ya creía que se venía, cuando cambió de rumbo y… me besó la frente. Que tonta fui!...cómo pretendía que me besara cuando yo estaba en ese estado…a quién podía provocar cariño siquiera…Me tomó de la mano, con la otra juntó mi ropa. Le dimos un último vistazo al mar y emprendimos el regreso…


El regreso a la realidad…Oscura y amarga realidad…





5 de noviembre de 2009

Si Muero Antes Que Tú…Capítulo III

Capítulo 3: En el Volvo

Si hubiera tenido mi laptop o mi agenda, o a lo sumo algún anotador, hubiera podido apuntar cada una de las indirectas miradas de soslayo que recibí de Edward mientras él conducía su Volvo. Quizás hubiera necesitado un anotador de 280 hojas, y cuadriculado.


El clima no ayudaba a que el viaje fuese placentero. Simplemente, llovía…como era de esperarse.


Y el clima dentro del automóvil menos aún…Se podía oír hasta el vuelo de una mosca, ya que Jasper y Alice estaban dormitando en el asiento trasero. Edward estaba tieso como el David de Miguel Ángel, sólo que mucho más blanco, mucho más atractivo, y por supuesto, él no andaba desnudo…Desnudo…Ay! En qué estoy pensando?


Mientras las vulgaridades me asotaban, el viento que entró por la ventanilla de Edward apenas abierta, atrajo hacia mí todo su aroma…la esencia de Edward se esparcía por todo mi cuerpo. Sentía cada hueco mío cubierto por su tan particular olor. Ante la impertinente brisa, yo reaccioné de un modo que hizo que Edward saliera de sus propios pensamientos. Volvió su rostro hacia el mío y me miró detalladamente. Yo nerviosa, por supuesto, no pude sostenerle la mirada, es que esta era tan profunda que creía que me iba a atravesar…¿qué creía él que estaba haciendo?, ¿qué quería lograr con esta actitud provocativa?.


Él rompió ese silencio tan incómodo, pero lo era menos que la conversación que podíamos llegar a tener:


-Bella, dime algo...¿de dónde eres?


-De Arizona, Phoenix. ¿Por qué lo preguntas?


-Por nada en especial, pero ahora que me lo aclaras me parece raro…-terminó la frase sonriéndose. ¡De qué se reía, por Dios!


-Ok, igualmente no entendí el chiste…


-No Bella, por favor, no te enojes, sólo que me parece raro que seas de un lugar tan soleado y estés aquí , y más aún que seas más blanca que los propios habitantes de Forks…--terminó nuevamente con su sonrisa torcida-- Te lo deben haber dicho varias veces, no?.


-La verdad que sí, pero bueno tú no tienes la culpa, ¿no?—yo también me sonreí pero irónicamente—No es de mi total agrado Forks, pero es el lugar donde vive mi padre, y contra eso no puedo hacer nada. Lo hecho, hecho está, ¿no?...y en cuanto a mi color, o mi “No color”—le remarqué el “no color” haciendo comillas con los dedos de ambas manos, un gesto muy mío—Es sólo herencia materna—carraspeé un poco, porque me estaba acercando a terreno prohibido.


-¿“No color”?—dijo él robándome el gesto y sonriendo...siempre sonriendo...— A mí me agrada, siempre me gustaron los extremos...—y me miró…Claro, cómo no iba a notarlo con el auto que conducía?—Aparte, me gusta la combinación del castaño rojizo del cabello con el blanco de la piel…es un buen combo…--¿¿Él había dicho combo??...primero morderme, ahora combo…me sentía una total hamburguesa de Mc’Donalds. Aunque siempre que fuera su hamburguesa…mmm…Uy! Otra vez Isabella, ¿¿qué estás pensando??...


--Está bien, aunque no me considero un “combo”—realicé mi gesto nuevamente y me sonreí irónicamente—Bueno y tú vienes de Londres, ¿no? Y también tienes tu propio “No color”…


-- Sí, es verdad, tampoco tengo buen aspecto, ¿no?...—lo dijo, mientras se miraba en el espejo retrovisor y se estudiaba el rostro-- No doy con el target de un muchacho de 23 años típico de estos tiempos…camisa hawaiana, tabla de surf, ni mucho menos…--No, la verdad que se vestía bastante raro para la época--Por algo no fui a vacacionar a Australia, ni tampoco a alguna playa soleada…Será que me gusta, de vez en cuando, un poco de frío…--Mientras hablaba, tomaba una curva, a bastante velocidad para mi gusto.


Yo me moví demasiado, mientras él apenas se mosqueó. Cuidadosamente puso su brazo por delante de mí, para cubrirme de cualquier golpe con el vidrio. Yo no tenía puesto el cinturón, como de costumbre. Él atinó a abrocharlo, pero le gané de mano, y en ese instante y por ese tonto pero valioso motivo, toqué su mano. Fría y suave.


Hielo y Fuego.


Rayo de Sol y Nieve.


Todas esas contradictorias sensaciones se sumergieron en mi interior y me hicieron remontar a mis momentos más tristes y a los más felices. Así, ninguno de ambos eran tan vívidos. Entrelazados los recuerdos, podían ser más soportables. Últimamente me ocurría, que no podía dejar de invadirme la angustia en el momento menos indicado. Lagrimeé un poco, pero sutilmente pude recuperarme de ese patético momento.


--Bella…¿qué ocurre?, ¿ te lastimaste?—Edward parecía notar mi angustia—¿Quieres que paremos?, ¿por qué lloras?, ¿tiene que ver con el desmayo de esta noche?—él impaciente, me miraba, mientras que también miraba el camino, para no cometer más movimientos abruptos, pensando que lo que me ponía mal era su forma de manejo…


Qué lejos estaba de la real procedencia de mi angustia…y qué lejos iba a estar de conocerla…


--No Edward, no ocurre nada, sólo que me entró algo en el ojo, por la ventanilla abierta—mentir se estaba convirtiendo en uno de mis actos preferidos últimamente—Tú sólo maneja, yo estoy bien. Y en cuanto al desmayo...—recordé la verdadera razón del desmayo…se me caía la cara de vergüenza…--ya me ha ocurrido otras veces, cuando se junta el frío, el encierro, la falta de azúcar y el humo—y unos ojos verdes que rajaban la Tierra…


No, eso último sólo lo pensé…Menos mal.


Edward no creía una sola palabra de lo que le había dicho, lo pude ver en sus ojos. Pero como buen caballero, no siguió insistiendo. Quizás pensaría que a las mujeres no era fácil entenderlas, y que quizás yo estaba en uno de “esos” días.


--Bella, cuéntame un poco de tu familia, o cómo has llegado aquí…Digo, si es que puedo hurgar un poquito más…-- terminó la frase sonriendo. Seguramente, tenía plena conciencia de que podía lograr mover montañas sólo con sonreírles. Si las montañas no podían resistirse, yo menos.


--Bueno, mi padre vive aquí…es jefe de policía, prácticamente desde que nací. Y no volví a verlo hasta ahora, prácticamente desde que nací--estaba esforzándome por hablar de mi padre y no ponerme roja de la bronca y el resentimiento--Mi madre y él se separaron hace muchos años: 16—mientras le contaba mi historia, él se repartía entre la conducción (con la velocidad aminorada) y vigilarme de soslayo, para ver que no cayera en mi continua depresión—Nunca necesite nada de él, asique nunca hubo más que algunas llamadas para Navidad, algunos cumpleaños. Pero no más que eso…Pero ahora, tuve que acudir a él…Bah, fui obligada…por las circunstancias…--No quise decir más nada, no debía decir más nada.


El silencio luego de mi respuesta parecía hacerse eterno.


--Ajá…y como deduzco que no se pueden conocer las circunstancias, sólo voy a preguntarte algo más sencillo…¿Cómo te sientes ahora que lo has vuelto a ver?—cuando preguntó esto, volvió a mirarme. Y yo sólo pude ver genuina preocupación en sus ojos. Por eso, y sólo por eso, seguía dejándome atosigar con sus preguntas. Bueno, sólo por eso no, también por el pequeño detalle de que no podía escapar del auto...ni de él.


--Ahora estoy…no sé…rara, aunque en realidad, es más incomodidad por no conocerlo. Vivir con un extraño, y que ese extraño sea tu padre, este sí que es un “combo” no muy tentador—Él sonrió por mi ocurrencia de utilizar su palabra combinada con mi gesto. Pero no agregó nada.


De fondo, sonaba un clásico de Frank Sinatra. Uno de mis preferidos. Comencé a tamborilear los dedos al compás de la música. Él lo notó, asique elevó un poquito el volumen de la radio. A los segundos, y quizás sin darse cuenta, comenzó a tararear.


Otra vez la bella voz. Con el perdón de Frank, él tenía una voz tan melodiosa como la de él, o más aún. Me distraje pensando que podría parecer la voz de un ángel, o del mismísimo Dios…


Estábamos cerca de mi casa. Se estaba acabando el viaje. Se estaban agotando los minutos al lado suyo, como se escapaba la arena por entre los dedos. En la urgencia por no quedarme sola nuevamente, y por no tener que aceptar la visita de la angustia que me acechaba desde hacía unos meses, dije las palabras que más tarde harían que me arrepintiera.


--Edward--él me miró--¿no quieres caminar un poco?—notaba que me iba sonrojando cada segundo más fuerte, con más fervor…los segundos pasaban y no encontraba respuesta—No te preocupes, debes estar cansado del show…déjame en casa—bajé la mirada nuevamente, por enésima vez.


--No,no…Bella, obviamente que deseo acompañarte a caminar un poco…Sólo que me ha sorprendido la propuesta…en Londres, somos los hombres los que invitamos…--Sonrió torcidamente de nuevo, por enésima vez.


Evidentemente, eso causábamos en el otro. A mí, su sola mirada me dejaba sin aire, y me hacía bajar la vista.


Yo solía causarle gracia…


--Sí, es verdad, debes estar pensando cualquier cosa de mí…discúlpame, y no creas que aquí en Norteamérica todas se desenvuelven como yo…en verdad, a veces creo ser una especie en extinción…--mientras hablaba, él iba estacionando en la puerta de la casa de Jasper. Allí los dejábamos a ellos, junto con Rose y Emmet, que ya deberían estar allí. O no.


--Te dije que me gustaban los extremos, y eso incluye las extinciones, ¿no es cierto?...—El se reía descuidadamente, y agregó—Igualmente no creo que lo parezcas…Nada más lejos que asemejarte a esos animales de sangre fría…-- Mis mejillas nuevamente me traicionaban—Y no hay mejor prueba de ello, que ésto—Cuando terminaba la frase, sus nudillos rozaron mi acalorada mejilla…


Por un instante creí que todo desaparecía…que iba a perder la conciencia nuevamente…El contacto con su piel, incrementado por la elevada temperatura de mi cuerpo, era un “combo” perfecto para una noche tan fría como esa…


Me sentí un poco menos infeliz…eso lograba él.


¿Por qué creer que él se merecía todo lo bueno de mí y aún más?...¿Por qué pensar que ya no estaba tan sola como antes? ¿Por qué crearme falsas esperanzas, cuando sabía cuál era la triste realidad?


Se cortó el clima cuando Alice se sobresaltó, despertando también a Jasper, tomándolo de la mano. En menos de 5 fugaces segundos, tomó sus cosas, me preguntó si estaba bien, saludó con entusiasmo a Edward, abrió la puerta y salió del auto. Jasper sólo la siguió y se despidió con la mano en forma de agradecimiento. Los vimos entrar a la casa.


Ahora sí…Solos…¿Eso era bueno o malo?...¿qué podía esperar de esa situación?...


Él me había soltado la cara solo al notar mi incomodidad cuando despertó Alice…Eso me hizo pensar, que quizás él no sentía esa incomodidad. Quizás no le resultara tan malo mantener su mano allí, junto a mi cálida y blanca piel, que tanto había elogiado esa noche…


Tonterías, Bella…¡¡Deja de pensar por ambos!!…Concéntrate en tus propios pensamientos…


Edward arrancó nuevamente. El Volvo reanudó su marcha con igual efecto que 100 caballos de carrera juntos…Ante el asombro por el repentino movimiento, me sujeté muy fuerte del apoyabrazos, sin saber que en el izquierdo descansaba el brazo de Edward. Él miró mi pequeño brazo sobre el suyo y aminoró la marcha. Yo dejé de clavar mis uñas en su muñeca, y nuevamente sonrojada, ¿adivinen qué?...Sí, bajé la mirada…nuevamente…


--Bella, perdóname, no me doy cuenta que no puedo manejar así cuando voy con una dama al lado…todavía no me hago la idea de que estoy acompañado…--Acompañado, qué raro sonaba—¿Todavía quieres dar ese paseo?...Conozco un lugar que podría gustarte…-- Me miró y vio en mis ojos el entusiasmo.


Compartir algo, sentirme bien, al menos una vez en 3 meses…


--Sí, me encantaría. Aparte la noche no está tan mal, ¿no?. Al menos no llueve…y eso ya es un milagro—Yo lo miré profundamente esta vez. Quería ver si encontraba esa emoción que yo sí tenía por encaminarme con él a esta pequeña aventura.


Calor…Calor humano, eso buscaba yo…


--Allá vamos entonces, Señorita—se sonrió e hizo unas maniobras con el auto, pero esta vez delicadamente, volviéndome a mirar cuando nuevamente enderezó el auto. Yo lo miré y le sonreí, en modo de agradecimiento.


Y allí íbamos, a las 4 de la mañana…Hacia un lugar desconocido, pero mucho más cómodo que mi deprimente y solitaria cama.


Por lo menos así tendría compañía...Y no dejaría que me emocionara, ni que luego quisiera más...Sería sólo un paseo...únicamente eso...Sólo quería espacio, soledad, tranquilidad...


Pero luego sabría que lo que menos iba a obtener era soledad...

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Bueno niñas, quizás les parezca corto y hasta medio aburrido...pero es importante para que empiecen a entender un poquito de qué va la historia...


Espero sus comentarios...gracias!!!

Besos!!!